jueves, 20 de enero de 2022

Juntémonos los españoles decentes, creemos una COALICIÓN DE PATRIOTAS

 


En estos momentos en los que los españoles decentes, están amedrentados, acobardados, muchos víctimas de la ignorancia, del odio y algunos próximos, muy cerca de iniciar un estallido violento (los indecentes ya nos violentan un día sí, y el otro también); cada vez son más los patriotas españoles que acaban llegando a la conclusión (más vale tarde que nunca) de que las terribles circunstancias que sufren España y los españoles, se podían haber evitado si en las últimas, las penúltimas y las antepenúltimas elecciones generales, regionales y municipales, los buenos españoles hubieran ido juntos, coaligados, en una única candidatura. Es más, somos muchos los que consideramos que, hay que hacer algo ya, sin aplazamientos, para crear, poner en marcha una alternativa al gobierno frente-populista de Sánchez e Iglesias; y mañana es posible que empiece a ser demasiado tarde…

Somos muchos los que consideramos que, no es momento de encogerse, empequeñecerse, lamentarse, fustigarse… y menos rehuir el combate; por el contrario, es imprescindible entrar al trapo, sin complejos, promover la confrontación de ideas, de proyectos; es el único modo de evitar que nuestra Patria, España, pase de estar moribunda a acabar muriéndose.

Repensar la democracia, un ejercicio pertinente - Gaceta UNAM

Para que el mal triunfe, para que los malvados se salgan con la suya, solo se necesita que los hombres buenos no hagan nada, tal como decía Edmund Burke.

¿Y por qué, la gente buena no hace nada para evitar que triunfen los malvados? Generalmente por miedo.

El miedo paraliza, es enemigo de la acción, predispone al hombre a la pasividad, lo hace incapaz de enfrentarse al mal.

Pero, tal como afirmaba el filósofo cordobés, Averroes, el miedo está basado generalmente en la ignorancia. <La ignorancia conduce al miedo, el miedo incita al odio, y el odio a la violencia>.

Esta última reflexión me trae a la memoria una conversación que mantuve con mi peluquero de siempre, mientras me cortaba el pelo.

Ante mi pregunta de si él permitiría que el equipo directivo de su comunidad de propietarios y el administrador de fincas le robaran a él y sus convecinos; mi peluquero me contestó que le daba igual, que fueran quienes fueran los miembros del equipo directivo y el administrador de fincas, él era de la opinión de que iban a robar, por más que alguien tratara de impedírselo… añadió que su mayor deseo es que no lo molesten, que él paga su cuota mensual, y pasa de todo…

Son muchos los españoles que piensan igual que mi peluquero, y no se les pasa por la cabeza que las cosas en España puedan ser de otro modo, y los que acuden a votar cuando los llaman, votan –salvo excepciones- con la nariz tapada, sin leerse el programa de ningún partido, sin conocer a las personas que forman parte de las diversas candidaturas.

 A estas alturas del texto debe de haber alguno que se pregunte:

¿Acaso es que los españoles son estúpidos?

No, aunque nuestra nación no se libre de poseer estúpidos como cualquier parte del mundo, pues en todos sitios cuecen habas y… en mi tierra a calderadas; sencillamente, la razón fundamental es que los españoles, salvo excepciones se informan casi exclusivamente a través de las televisiones y a través de sus amigos, familiares, conocidos, y le otorgan credibilidad a los que consideran “de los suyos” y recurren a la “ignorancia voluntaria”.

El ser humano parece tener una natural tendencia a engañarse a sí mismo llegando incluso, en su ciego afán por proteger su engañosa seguridad, a tildar la realidad de “falsa”.

Por supuesto, esta tendencia a engañarse a sí mismo no es solo aplicable a los asuntos relacionados con la política: existe gente que cree en la astrología, la quiromancia, la cartomancia, e incluso en los horóscopos; gente que cree en la homeopatía, ignorando los numerosos estudios clínicos que demuestran que no es más que efecto placebo, y demasiado caro; gente que creen en ovnis; en espíritus; en conspiraciones… gente que “cree”.

Y es que «creer» es cómodo, fácil, pues el que cree se despreocupa de cualquier evidencia o pregunta incómoda, deja de lado el trabajo de buscar información y comparar lo que ha encontrado, se olvida de pensar por sí mismo y de evaluar los hechos. Para creer solo se necesita aceptar incondicionalmente.

Si algo no es agradable, sea la crisis económica o social, una enfermedad, la pérdida de un ser querido o simplemente la complejidad del universo en el cual vivimos, es más cómodo creer en lo que nos dice alguna autoridad que en lo que nos muestra la realidad de la que nos gustaría huir.

Al parecer, lo importante es despojarse del peso de la responsabilidad y transmitírselo a alguien, sea éste una persona, una institución o Dios. Ya se sabe que, si alguien no elige, no actúa, no mueve su voluntad, siempre tendrá la posibilidad de decir aquello de “yo soy un mandado”, y por lo tanto no estoy dispuesto a asumir las consecuencias de mis actos… Ese es el motivo por el cual la gente nunca suele hacerse responsable de su voto cuando es convocado a participar en unas elecciones.

La gente no estudia a cada candidato, no los compara, no trata de discernir sobre las ventajas e inconvenientes de votar a uno u otros, tampoco lee sus programas (si es que presentan algún programa). Generalmente, quienes votan,  lo hacen ignorando cuál es la mejor opción.  “Votar bien”, elegir la mejor opción requiere emplear tiempo y esfuerzos a los que la mayoría de los electores no están dispuestos. Evidentemente, los promotores de las  diversas candidaturas y partidos políticos saben sobradamente que la gente funciona así.

Dónde está la democracia?

¿Por qué será que en un país tan aparentemente politizado, como España, las cuestiones políticas están tan lejos de las preocupaciones del ciudadano corriente?

La falta de interés del ciudadano en lo concerniente a la política hay que interpretarla desde la perspectiva de costes y beneficios.

 Para la mayoría de los ciudadanos, poder comprender a fondo la actualidad política y poder formarse una opinión acertada es costoso, pues requiere bastantes tiempo y esfuerzo; y se percibe como poco beneficioso, dado que la mayoría tiene la idea (de forma más o menos consciente), también, de que la probabilidad de cambiar la situación, e influir en la gestión de los asuntos públicos, a través de su voto es muy escasa.

Por otro lado, el debate público aborda generalmente cuestiones complejas que, a pesar de su trascendencia social, la gente no tiene idea de que le afecten directamente y, por lo tanto, no considera que haya que poner mucha atención en ellas. Aunque, más tarde, paradójicamente la mayoría de la gente tenga la osadía de decir que tiene “derecho a opinar” y que su opinión también es importante, e igual de respetable que la de cualquiera.

¿Reformar la Constitución? ¿Reforma de la Administración de Justicia? ¿Reformar la organización del Estado;  necesidad o no del Senado, necesidad de recentralización y eliminación del “estado de las autonomías”…? ¿Reforma del sistema de pensiones? ¿Inmigrantes que intentan entrar en España por Ceuta y Melilla? ¿Política exterior? ¿Aborto, Eutanasia?

¡Uffff… no me “caldees la cabeza” -que diría un extremeño-… Bastante abrumado me siento ya con las actividades en mi vida cotidiana, como para atender a esos problemas!

La Fiesta de la Democracia – sin noticias desde Alcântara

El ciudadano que acaba optando por ser voluntariamente ignorante se plantea el siguiente dilema: dejarse llevar y actuar “ciegamente” al dictado de otros, o abstenerse de participar (votar).

A nadie se le escapa una consecuencia importante de todo esto: la desinformación convierte a los ciudadanos en presa fácil de las estrategias propagandísticas de líderes, o partidos políticos, o lobbies, o grupos políticos populistas, y de las informaciones sesgadas y adulteradas que divulgan, publicitan para defender sus puntos de vista.

Y permítaseme que vuelva a insistir, a ser reiterativo: ¿Y por qué ocurre todo esto?

Pues muy sencillo: todos buscamos tener los menos problemas posibles en nuestras vidas. Por esto, preferimos seguir siendo engañados con nuestro consentimiento. Preferimos seguir obviando la realidad de la parte que no nos gusta ver. Ante el desánimo social, el pan y circo que nos ofrecen a diario los medios de comunicación, incentivando aún más el esperpento, lo chabacano, los enredos, comidillas y engaños.

Nuestra sociedad acepta y aplaude todo esto, ignorando el esfuerzo personal, el amor hacia la cultura, el afán por ampliar conocimientos y los méritos de muchísimos de nuestros ciudadanos que se marchan de Nuestra Patria, porque no les ofrece nada para avanzar en cultura, libertad y dignidad.

¿Qué se puede esperar de una sociedad que permite a sus ciudadanos conseguir lo máximo, con el mínimo esfuerzo, atropellando a quien se le ponga en su camino, utilizando medios no lícitos, a costa de lo que sea?

Sí, aunque sea lamentable tener que reconocerlo, España está encanallada.

En la actual España, la de la corrupción por doquier, hemos llegado a un grado tal de encanallamiento, de perversión, que son muchos (si no legión) quienes consideran que hay corrupciones malas, corrupciones regulares, y hasta corrupciones “buenas”. Es realmente triste que haya personas que consideren que las prácticas corruptas son daños o males relativamente “soportables” y lleguen a disculpar las acciones de gente canalla, bandidos, delincuentes, fundamentalmente por estar esas formas de actuación más o menos extendidas, y ya el colmo de los colmos por ser practicadas por “gente de los nuestros”.

Se puede afirmar sin exagerar que, sí, hay gente que no es corrupta, o no lo es más aún, es porque no se entrena lo suficiente, o no se siente capaz por cobardía, y no porque considere que es éticamente reprobable, detestable.

Estamos hablando de quienes dicen cosas tales como: “bueno, bueno,… tú es que eres un exagerado, un extremista,… no se puede ser tan rotundo.”

¿No hay que ser “rotundo” al hablar de compromisos éticos, de comportamientos moralmente aceptables, de DECENCIA?

Justificar determinadas formas de corrupción, decir que las hay “soportables” es entrar en el terreno del “todo vale”, en el terreno del “todas las opciones son igualmente respetables”; justificar determinadas formas de corrupción es afirmar que no hay “absolutos” ni verdades universales. Es una invitación a la inmoralidad y al caos… Una invitación a la INDECENCIA.

¿Pero, entonces es inevitable dejarse arrastrar por el embuste, el engaño, la simulación, la hipocresía, el fraude y otras formas de inmoralidad y de corrupción?

Aún somos muchos los españoles decentes que pensamos que no, que la corrupción es algo perfectamente posible de evitar.

Pero si todo de lo que vengo hablando es absolutamente reprobable, hay algo que lo es muchísimo más:

El actual régimen político español selecciona a los peores y prescinde de los mejores individuos, de las personas componentes de la sociedad española. España es una meritocracia a la inversa.

España sufre un régimen oligárquico y caciquil, posee un elitismo perverso; en el régimen partitocrático que padecemos, las personas más capaces y las mejor preparadas son apartadas; se las posterga de forma sistemática, se las elimina, se las expulsa, se las excluye, de tal manera que, la mayoría de los españoles ni siquiera sabe que existen.

España está gobernada, dirigida por incapaces, por malvados y mediocres,  de tal forma que se mantiene lejos de la cabeza, fuera de todas las instancias en las que se toman decisiones a la elite intelectual y moral del país. Es por ello que nuestra nación apenas progresa, vive estancada y camina hacia el abismo.

Por todo ello, y mucho más, vuelvo a reiterar que, somos muchos los españoles DECENTES que, consideramos que, hay que hacer algo ya, sin aplazamientos, para crear, poner en marcha una alternativa al gobierno frente-populista de Sánchez e Iglesias. Mañana es posible que empiece a ser demasiado tarde…

Sin duda alguna, España está en un momento en el que más que nunca, se necesita una agrupación política que aglutine a todos los españoles DECENTES, a los que no tienen complejos y afirman sin tapujos que son partidarios de defender la Nación Española, defender Nuestra Patria, partidarios de defender el derecho a la vida, el derecho a la propiedad, la economía de mercado, la monarquía parlamentaria, la democracia representativa, con estricta separación de poderes… a los españoles decentes que, no se sienten representados en las instituciones, a los españoles decentes que consideran que todas las opciones políticas han renunciado a todo lo que los buenos españoles consideramos irrenunciable.

Hoy más que nunca, urge que alguien, algunos, encabecen una agrupación política con aspiración de ser una organización de masas, con el objetivo claro y rotundo de ser una opción de gobierno, de manera que España vuelva al buen camino, recupere la sensatez, y abandone el camino de ruina, de destrucción emprendido por el gobierno frente-populista, social-comunista, de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias.

Indudablemente, esa organización debería estar dirigida por personas capaces de ilusionar, de seducir y de movilizar a los españoles decentes.

Esa COALICIÓN DE PATRIOTAS de la que venimos hablando, debe tener un proyecto claro, rotundo en el que se prevea la reforma de todo lo que, necesita ser reformado en el estado del bienestar, que en España es mucho.

Esa COALICIÓN DE BUENOS ESPAÑOLES, DE ESPAÑOLES DECENTES, no debe tener ningún reparo, ningún complejo en cuestionar, y llegado el momento enfrentarse al consenso socialdemócrata, al acuerdo, más o menos tácito, respecto de que los derechos individuales pueden ser violados en nombre del “bien común”, del “interés colectivo” –como viene sucediendo desde que el gobierno social-comunista declaró, allá por el mes de marzo del año pasado, el estado de alarma, debido a la epidemia del coronavirus- ese consenso de los diversos partidos con representación en el parlamento que, cuando gobiernan les lleva a violar los derechos individuales (el derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad) a través de impuestos, redistribución de riqueza, y regulaciones de todo tipo, aunque hasta ahora ningún gobierno haya llegado -afortunadamente- a los extremos de los regímenes totalitarios del siglo XX, pese a que algunos como PSOE y Podemos no tengan recato alguno en manifestar claramente sus simpatías hacia ellos.

Si lo que se pretende, cuando hayamos logrado superar la pandemia del coronavirus, es volver a poner en marcha nuestro sistema productivo, y crear riqueza; poner a España en el camino de lograr un desarrollo sólido y perdurable (“sostenible” lo llaman ahora), es imprescindible promover la salud de las instituciones “democráticas”, y evitar/erradicar situaciones de dependencia asistencial, de clientelismo-servilismo, “estómagos agradecidos”, servidumbres más o menos voluntarias, como el “ingreso mínimo vital” o cosas por el estilo…

Esa COALICIÓN DE ESPAÑOLES PATRIOTAS, DE BUENOS ESPAÑOLES, es imprescindible que esté encabezada por gente capacitada, con experiencia exitosa, sobradamente probada, en gestión de dineros ajenos, y que, no tenga intención de hacer carrera en la política, para hacerse de un patrimonio.

Y, ya para terminar, no debemos olvidar lo aprendido en la escuela: sólo es posible sumar sumandos homogéneos…